sábado, 1 de agosto de 2015

Irónico.

Y yo ya no sé si lo que obtenemos es cordura o nos ataca la locura.
Pensándo bien en la escena las dos tumbadas mirando al infinito divagando en nuestra mente, intentándo encontrar un sentido lógico a las cosas, pensando que algo debe de ceder y luchando contra nuestros demonios.
Al borde de las lágrimas, ya con la respiración entrecortada estallamos a carcajadas. Tú cara, la mía. Parecemos dos idiotas lamentándose de sus vidas. Somos, es una realidad, somos.
El agua salada que corre por nuestras mejillas no sé si es de risa o aquello que intentábamos guardar con tanta fuerza como nos lo permitía el nudo de nuestra garganta.
Da igual, reímos, lloramos. Creo que fue una explosión de emociones, pero el ver la decadencia de la otra resulta algo divertido.
Nunca creí que ver a alguien en mal estado sería gracioso. Quizás no lo es.
Estamos jodidas, es eso, lo estamos y lo sabemos. Tremendamente jodidas, nos causa gracia como todo puede cambiar tan rápido, como te estrellas con la realidad, como las personas te sorprenden más, como empiezas a conocerte a ti misma, como tiene que pasar todo de golpe, como la vida no nos deja ni un solo descanso, como... Como todo, como sucede todo.
Dicen que quien más triste más ríe por tonterías. Irónico. Por eso aún me duele el vientre y la mandíbula y me hace falta aire después de tanto descojone, porque es irónico.
Ciertamente, irónico.